En las montañas sagradas del sur de Colombia, los antiguos artesanos contaban que existía una máscara que contenía el espíritu de la sabiduría y la tentación humana. Su frente llevaba una manzana, símbolo del conocimiento y del deseo por descubrir lo desconocido.

El dorado, color del sol y de lo divino, representaba la luz interior que guía a quien busca la verdad. Los demás colores, pintados con el ancestral barniz de Pasto (mopa-mopa), narraban los caminos del alma: la pasión, la esperanza, la vida y el misterio.

Usar o poseer esta máscara era, según la leyenda, un recordatorio de que el conocimiento brilla solo en los corazones que buscan con pureza y coraje.