Cuentan los abuelos de Nariño que, en lo alto de las montañas andinas, existía un jardín sagrado custodiado por dos colibríes guardianes. Este jardín florecía todo el año con flores doradas y rojas que curaban el alma y el cuerpo.
Los colibríes, de plumaje verde esmeralda y alas multicolores, no eran aves comunes: eran espíritus de artesanos ancestrales que volaban entre los pétalos, protegiendo la armonía de la naturaleza. Solo los corazones puros podían encontrar este lugar, guiados por el canto del viento y el brillo del sol sobre las hojas.
Hoy, cada pieza hecha a mano en Nariño lleva el espíritu de ese jardín escondido —una ofrenda viva de color, historia y amor por la tierra.
Jardín de los Colibríes
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