Cuenta la tradición que, en los talleres escondidos entre las montañas andinas, los antiguos maestros del barniz de Pasto crearon un mortero sagrado donde los sabios mezclaban hierbas curativas y colores de la naturaleza.

Cada flor tallada y cada línea pintada a mano representaban la conexión entre el cuerpo, el alma y la tierra.El dorado simboliza la energía del sol que da vida, y el negro, la fuerza de la tierra que sostiene todo lo creado.

Se decía que quien usara este mortero con respeto y gratitud, recibiría el poder de transformar lo simple en medicina y lo cotidiano en arte.